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Mi viaje a Anantapur
No es lo mismo escuchar a tu grupo favorito en el salón de tu casa, a través de un equipo de música, que vivir la experiencia de asistir a un concierto en directo. Eso es lo que me ocurrió a mi cuando tuve la oportunidad de viajar el año pasado a Anantapur (India) y ver “en directo” los resultados del trabajo de la Fundación Vicente Ferrer (FVF).
Hace ya muchos años que escuché hablar a Vicente Ferrer en televisión. Su mensaje me impactó tanto que empecé a interesarme por su trabajo y a buscar información. El modelo de cooperación de la FVF me convenció desde el principio, porque no pretende prestar una ayuda puntual sino que la comunidad pueda valerse por sí misma. Se trata de un programa de desarrollo integral que se lleva a cabo en una de las zonas más pobres de la India en el Estado de Andhra Pradesh, con algunas de las comunidades más desfavorecidas del sistema de castas, actuando en seis áreas clave: educación, sanidad, mujeres, vivienda, personas con discapacidad y ecología. http://www.fundacionvicenteferrer.org/es/
A partir de ese momento, decidí amadrinar un niño en la FVF y posteriormente me hice voluntaria en España. Como tal, el año pasado se me presentó la gran oportunidad de poder viajar a Anantapur (donde se encuentra la sede central, “Rural Development Trust”) junto con voluntariado de diversos lugares de España.
Durante esa semana conocimos los distintos proyectos de la Fundación sobre el terreno. Visitamos hospitales, orfanatos, centros de atención a personas con discapacidad, escuelas, asociaciones de mujeres (sanghams), programas de nutrición, etc., y además, pudimos conocer a nuestros niños amadrinados. Fue un viaje lleno de emociones. En todos los sitios nos recibieron con sonrisas y con un cariño increíble, como forma de expresar su agradecimiento. Aunque ya conocía muy bien el trabajo de la FVF cuando viajé a la India, lo que vi allí superó con creces lo que esperaba encontrar. Realmente se ha conseguido cambiar la vida de casi tres millones de personas, que de otra forma vivirían en la más absoluta pobreza, sin la mínima dignidad que cualquier ser humano se merece.
Fue muy enriquecedor alojarnos en el Campus de la FVF durante nuestro viaje. Allí, en la “Cantina”, durante las horas de las comidas, compartimos mesa con cooperantes que trabajaban en proyectos de varios meses de duración: estudiantes que dedicaban sus vacaciones a la cooperación; personas que dejaban por un tiempo sus trabajos… Personas generosas que actúan sin “hacer ruido”.
Este viaje marcó totalmente mi vida y ha cambiado mi forma de ver el mundo para siempre. Me he dado cuenta que se puede vivir prácticamente sin tener nada y aun así, sonreír y tener sueños e ilusiones y he confirmado que el que da, siempre recibe mucho más de lo que ofrece.
Como decía Vicente: “Ninguna acción buena se pierde en este mundo, en algún lugar quedará para siempre”. Lo que yo vi en mi viaje a la India es una buena muestra de ello.